
En el año 1748 (en Ginebra) muestra al mundo europeo su obra maestra, “Del Espíritu de las leyes”, que iba a protagonizar lo que después se ira a venir, revoluciones modernas y enfoques hacia la secularización de la política.
Lo que este autor refleja en su ensayo francés es un poco lo que se estaba viviendo en esa misma época, pero lo que más se destaca es lo que plantea sobre toda su obra, que son los conflictos entre la “ley” y el “poder”, y en especial, sus respectivas condiciones de legitimación.
Las leyes, él dice, que no son más que “las relaciones derivadas de la naturaleza de las cosas”, todos los seres tienen sus leyes, la divinidad tiene sus leyes, el mundo material tiene sus leyes, los animales tienen sus leyes, el hombre tiene sus leyes. Mas adelante dice que tratará sobre el espíritu de las leyes, cómo surge el derecho y cómo se adapta al momento y a las necesidades de cada país.
También decía que una ley particular se relaciona con otra ley del mismo carácter y depende de una ley más general. Montesquieu, citando a Plutarco, afirma que “la ley es la reina de mortales e inmortales”.
Ahora si hablamos de “poder”, lo que resulta claro de este señor francés, es sobre todo que lo considera de dos maneras, como una facultad constitutiva del ser y como una facultad constitutiva de la sociedad.
Igual que afirma, en coincidencia con Hobbes, que el poder es una experiencia eterna, que todo hombre que lo tiene siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta el límite.
Este autor, relaciona a la ley y al poder, de modo que desarrolla todos los antagonismos del segundo para ponerlo al servicio de la ley misma, ya que en definitiva el poder se legitima a través de la propia ley artificial. En consecuencia, la ley es una creación de la sociedad y no de la naturaleza del hombre.
Para Montesquieu hay tres especies de gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico. En el primero el poder soberano se encuentra en el pueblo, en el segundo en cambio, es un gobierno por uno solo con solo leyes fundamentales. Y el que mas destaca es el tercero, el despótico, el cual lo desarrolla como el gobierno irresponsable y absoluto. Sacando sus conclusiones, dice que la virtud es la base de la república, el honor de la monarquía y el temor del despotismo.
B. Legislativo: Hace leyes transitorias o definitivas o deroga las existentes. Debe confiarse a un cuerpo de nobles al mismo tiempo que a otro elegido para representar al pueblo; tendrán su asambleas y debates por separado.
C. Judicial: castiga los delitos y juzga las diferencias entre particulares. No debe ser ejercido por un senado permanente, sino por personas salidas de de la masa popular y alternativamente designados de la manera que la ley disponga.
Los 3 poderes tienen sus funciones y serán si o si independientes, así se pone un freno al abuso de poder, y se garantiza la libertad en el mismo Estado. O lo que se llama comúnmente como “equilibrio de poderes”.
Clima calido: Abate al hombre, lo hace indiferente, favorece el temor, la pereza y la inacción. Generalmente reina el despotismo.
Augusto Comte siempre advirtió que Montesquieu, lo que quiso hacer, es tomar y tratar a la política como una ciencia de hechos y no de dogmas.
En verdad, este maestro del Siglo XVIII, lo que muchos llaman, el Siglo de Oro, fue mas preciso y mas importante con sus convicciones, a través de escritos de un ensayo que muestra lo que se iba a discutir en las asambleas francesas casi 50 años después. Autor, que fue, uno de los principales hombre del tan llamado Renacimiento, de cómo la política se seculariza rápidamente y se convierte, en tanto, en una creación venida de la sociedad y hecha para ella.
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